Historias de backstage

Nosotros siempre hemos dicho que nuestras fiestas son de puertas para afuera, o al menos, es lo que intentamos cada vez que preparamos la fiesta, la ideamos, la pensamos, la montamos y la gestionamos. Nuestra energía se centra en el público y hacemos que converja de tal manera que todo lo que pase, se viva como una experiencia única de diversión: en las salas, la música, los shows, las temáticas, la iluminación, los visuales, los regalitos, las animaciones, los juegos, las risas y el cachondeo.

Lo que sí que ocurre muchas veces es que hay una “fiesta” paralela en el backstage, o al menos, eso piensa la gran mayoría. Principalmente debo decir que la vida de camerino es trabajo, ya que hay que organizarlo todo, el vestuario, el maquillaje de los artistas, la coordinación del cumplimiento de la escaleta del guión, el ir arriba y abajo con cosas,… Este trajín que desde la pista de baile no se ve, para nosotros es muy importante porque ahí dentro, a parte de asegurarnos el show tal y como lo hemos pensado, también se forjan muchas amistades, muchos lazos de unión que luego se trasladan a la fiesta.

En los inicios, ese camerino fue algo más íntimo para unos cuantos y poco a poco, conforme fuimos creciendo, se convirtió en una especie de Ramblas donde todos compartíamos entradas y salidas, espejo, nevera, baños, nervios, risas y mil y una anécdotas. En él hemos perdido cosas, en él hemos celebrado cumpleaños, hemos cantado, bailado, ensayado, discutido alguna vez… Es una especie de carrera de obstáculos para encontrar lo que vamos necesitando para cada show, para ver quien se lleva la última cerveza, para encontrar a noséquién, o para avisar a noséquiénmás. Yo personalmente he gastado mucha suela allí, siempre corriendo pero disfrutando de lo que hacíamos, charlando con uno y otro, a veces sonriendo, a veces preocupado por los nervios.

Soy consciente de que hay un cierto magnetismo hacia los backstage por parte del público en general. No sé qué pensarán qué ocurre ahí dentro. Muchas veces, cuando se cuela alguien, y lo veo ahí merodeando sin saber yo muy bien quién es, o el por qué está allí en ese momento, y con una actitud de no tener ni la más mínima intención de colaborar en alguna tarea, al final siempre acabo argumentándole que el camerino es un rollazo y que si ha venido a divertirse de verdad, el mejor sitio para ello es la pista. Y eso es cierto, yo mismo, me paso más tiempo en la pista nutriéndome de la energía y vibra del mogollón, viendo la gente bailar, que en el backstage.

En fin, que sí, que los camerinos son un punto caliente para cualquier organizador de fiestas, que sin ellos, las relaciones interpersonales del personal que trabajamos en el show serían diferentes sin duda, pero la verdadera magia está en el escenario y en la pista. Nada puede competir con eso. Así que la próxima vez que quieras sí o sí colarte en uno, piénsatelo bien porque quizá te lleves una sorpresa.